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      Albertina Carri: “Creo que hay que cambiar el lenguaje bélico de todas las partes”

      • La cineasta viene de estrenar un mediometraje titulado Palabras ajenas.
      • Y está preparando su nueva película, ¡Caigan las rosas blancas!
      • En este diálogo con Clarín Cultura anticipa su participación en la Feria esta tarde y opina sobre el Gobierno.

      Albertina Carri: "Creo que hay que cambiar el lenguaje bélico de todas las partes"Albertina Carri. Fotos: Ariel Grinberg

      “Me gustaría que ocupe más lugar del que tiene en el plano de lo real. Aunque en mis fantasías está en el podio de los pensamientos alegres y complicados”. Quien habla es la cineasta Albertina Carri acerca de su vínculo con la escritura literaria. En un hotel en Bogotá, en el marco de la Feria del libro de esa ciudad, se hace un tiempo para charlar con Clarín Cultura mientras participa de aquel evento cultural y se prepara para su émulo local: formará parte de "La máquina de decir mentiras: un diálogo con Albertina Carri", en el espacio de diversidad sexual y cultura Orgullo y Prejuicio.

      Carri, quien pateó el tablero con Los rubios –”un modo de estar en el mundo”, señala–, exploraba su propia historia al indagar acerca de sus padres desaparecidos por la última dictadura militar, nunca se detiene: en 2021 publicó Lo que aprendí de las bestias, su primera novela y en 2022 Las posesas, diálogos con Esther Díaz (Caja Negra). Además, estrenó hace poco un mediometraje (Palabras ajenas), está próxima a estrenar una película (¡Caigan las rosas blancas!) y terminó un guión (El daño).

      –¿Qué significa para vos esta participación en la Feria del Libro?

      –El nombre de la charla fue una propuesta de la organización y supongo que se debe al largo fragmento que le dedico a la mentira en Lo que aprendí de las bestias. Aunque también infiero, los falsos dispositivos de autobiografía que utilizo como engranajes para la ficción tanto en el cine como en los libros, deben haber influido en la elección del nombre. De eso se tratará la conversación: un intento de echar palabras sobre la opacidad de las identidades y las posibilidades del recuerdo. La memoria como acontecimiento a veces desbordado por sus propios mecanismos, y otras enternecido por el simple hecho de decir existo. Más allá de todo el ruido que implica la vida, también ella se despliega en los instantes de silencio. Me da mucha alegría participar en el espacio Orgullo y Prejuicio porque creo que reúno ambos pecados. Creo que en este contexto de naturalización de ciertos discursos de odio, es muy importante acercarse a las personas para hablar, no de disidencias, como suele decirse, sino de la incidencia que tienen realidad y ficción sobre la construcción subjetiva individual y por lo tanto sobre la sociedad en general. En tanto formas de vincularnos entre las personas. En tanto dispositivos de verdad que alteran nuestra percepción y la relación que desarrollamos con el entorno. En tanto latencia de la locura extrema que es habitarnos y compartirnos.

      Albertina Carri. Fotos: Ariel GrinbergAlbertina Carri. Fotos: Ariel Grinberg

      –Respecto a lo que mencionás acerca de los discursos de odio, hace poco recibiste un ataque de un ejército de trolls debido a tu película Las hijas del fuego con acusaciones falsas que te encargaste de desmentir. ¿Qué análisis hacés lo vivido?

      –Me parecen operaciones encubiertas para censurar cualquier modo comunitario de pensar el espacio público y el privado. De paso dejar en claro quienes tienen derecho a vivir la vida como quieren y quienes no. Lo más preocupante es que ese modo prepotente de vincularse vuelva a estar habilitado. Creo que eso es muy triste y asimismo grave, porque la violencia es pura catarsis en la superficie pero en lo íntimo de lo humano es desesperanza y frustración. Es evidente que la pandemia dejó resabios muy amargos en todo el colectivo social. El confinamiento y la desigualdad dejaron en evidencia muchas heridas en la sociedad.

      –En sintonía con la pregunta anterior, ¿qué análisis hacés acerca del presente de la cultura argentina en un contexto de ajuste masivo, recortes en el INCAA, medios y universidades públicas?

      –Creo que hay que cambiar el lenguaje bélico de todas las partes. No creo que pueda pensarse un modo de hacer cultura desde esas lógicas. Que el Estado estaba en un estado elefantiásico es algo sabido y que era necesario revisar las cuentas y las maneras, lo mismo. Pero eso no habilita a esta idea tan poco feliz de una motosierra atravesándolo todo. En ese sentido me resulta curiosa la manera que tiene el gobierno de dar las noticias. En lugar de decir, estamos organizando un nuevo Incaa con otras formas de acceso a la producción nacional, prefieren decir: no hay más departamento de Fomento para las artes audiovisuales. Es como si disfrutasen con ese modo sádico de hacer las cosas y creo que en ese punto, lo que buscan es la discordia. Tal vez por eso les guste tanto disfrazarse de Top Gun cada vez que pueden. Es demasiado evidente el gusto por la contienda e insisto, no me parece una forma de construcción a largo plazo. La guerra solo deja destrozos y después las reconstrucciones son demasiado largas. De los recortes del Incaa me parece una barbaridad que desfinancien las Enerc. Esos espacios fueron clave para que aparezcan nuevas voces y para descentralizar el cine del punto de vista de la burguesía porteña. Ese recorte presupuestario no les modifica realmente la cuenta, es un recorte meramente político. Un claro gesto de adoctrinamiento. Nada que ver con ordenar las cuentas, sino con dejar sin acceso a la formación y experimentación en el campo audiovisual a un montón de personas. Con respecto a la UBA y a todo el recorte a los institutos culturales que están haciendo, creo es una decisión política muy adversa, porque no existe un país potente sin soberanía cultural y sin educación. Si tanto les gusta mirar a Estados Unidos, deberían notar que gran parte de su poderío fue construido alrededor de sus industrias culturales o si prefieren de la industria del entretenimiento. Las grandes potencias velan por sus artistas y sus intelectuales. Apoyan, protegen, promulgan y estimulan desde múltiples programas estatales.

      –Además de tus recientes publicaciones, también estrenaste un mediometraje, Palabras ajenas, producido en pandemia en donde homenajeaste a León Ferrari. ¿Qué significa este artista para vos y cómo trabajaste dicho proyecto?

      –Lo que más me interesa de la obra de León es que es polisémica además de política. Nunca pierde su propósito más convencido y tal vez su mayor fe: el arte como herramienta del conocimiento y de los afectos. Toda la obra de León se desarrolla sobre fragmentos o desechos de la civilización para dar cuenta del malestar de la cultura. Creo que su obra es una crítica constante y viva de la opulencia magnánima y genocida con la que nuestra especie se ha identificado. Sobre esos fragmentos construye una forma de no-violencia. Algo así como lo que dice Rimbaud sobre inspeccionar lo invisible y oír lo inaudito, recorre toda la obra de León. Por eso para la búsqueda de las imágenes contratamos a un equipo de historiadores políglotas que rastrearon en la deep web las informaciones y contra informaciones que circulaban durante la pandemia, utilizando los vectores de búsqueda con los que había trabajado Ferrari en su obra Palabras ajenas. Discursos papales y presidenciales, más cables periodísticos. Entre esos tres géneros discursivos, tomándolos como fragmentos de un estado de las cosas muy vivo (tan vivo que descarnado) se fue organizando la película-diálogo. Tal como lo plantea la obra original, que trata sobre Vietnam. Pero esa guerra y sus consecuencias ya se ha analizado y pensado de muchas maneras y además aquella obra Ferrari la realizó sobre el final de la guerra. Es decir, como contemporáneo de la misma. Me pareció que el mejor homenaje a aquel trabajo era juntar los restos propios, los que estaban siendo arrojados en pleno presente y por eso trabajamos sobre la pandemia. Excepcionalidad que aún hoy no sabemos bien hasta dónde llegaron o llegarán sus consecuencias.

      Albertina Carri. Fotos: Ariel GrinbergAlbertina Carri. Fotos: Ariel Grinberg

      –Por último, ¿en qué estás trabajando?

      –Acabo de terminar ¡Caigan las rosas blancas!, mi última película filmada que se estrenará en septiembre de este año. Es una road movie en la cual un grupo de chicas se ven modificadas por los territorios por los que se desplazan, y por sus mitos y sus propios fantasmas. Por otra parte, terminé un nuevo guión hace muy poco tiempo. Se llama El daño y es una fábula sobre la amistad y los prejuicios. Me dan muchas ganas de filmarlo pero no son tiempos muy fáciles para el cine argentino. También tengo un proyecto literario que aún no tiene ni forma ni título, un monstruo que aún no me da resuello como para contar algo.

      La reconocida cineasta Albertina Carri presenta sus artilugios narrativos en una conversación inédita sobre el arte de componer ficciones sobre sí misma. Será hoy miércoles a las 20 junto a Inés Ripari y Paloma Nicoletti en la sala Orgullo y Prejuicio.


      Sobre la firma

      Pablo Díaz Marenghi

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