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      Fabián Show: el santo desafinado que pasó a la inmortalidad como meme

      • El cuartetero murió en un accidente de auto en 2016 y se convirtió en un fenómeno viral.
      • Un documental rinde culto al ídolo estrafalario.

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      Marcelo Fabián Pereyra, conocido como Fabián Show, murió en un accidente automovilístico en 2016. Pero aún hoy, su popularidad crece gracias a la viralización de sus presentaciones.

      Conviene comenzar por acá, por el momento en el que el hombre muere y todo lo que había hecho hasta entonces no termina con él, sino que sale eyectado con la inercia de una explosión.

      Son las cinco de la madrugada del sábado 10 de diciembre de 2016 y falta poco para que el verde eléctrico de los campos comience a hacerse ver en las banquinas de la pampa húmeda de Córdoba. Walter Gudiño acaba de salir a repartir pan a los pueblos vecinos y frena atraído por las luces de una camioneta, que ya es una flor de metal humeante al lado del camino. Ve que un hombre baja por la puerta del acompañante, camina unos pasos y se sienta en el pasto. Aturdido, señala la camioneta y dice “Fabián, Fabián”. Sólo entonces Gudiño distingue las letras rojas ploteadas en la chapa blanca: Fabián Show, todo el año.

      Nadie sabe qué lo distrajo; las luces de la ciudad cercana, un perro al lado del camino, un bostezo, un sueño repentino. Lo cierto es que la Peugeot Partner blanca cargada con equipos de sonido siguió de largo en la curva de La Sultana, como llaman a ese codo que se cierra sobre el kilómetro 508 de la Ruta 9, justo antes de llegar a Bell Ville, y fue a dar contra un pilote de contención.

      Fabián Show es el nombre artístico de Marcelo Fabián Pereyra, el hombre que está a punto de morir. Tiene 50 años y es el cuartetero ídolo de Bell Ville. Vive con Julia, su pareja, en una casa de barrio IPV, justo al lado de la de Gudiño. Corta el pasto y arregla bicicletas. Ocho años atrás, otro accidente de autos lo había dejado en una depresión de la que salió decidido a cumplir su sueño: cantar.

      Entonces compró un parlante y un micrófono, comenzó a ensayar y se presentó en cuanta fiesta y juntada de amigos pudo. Desafinaba, usaba looks estrafalarios y bailaba con pasos siempre exagerados. Un combo misterioso y cautivador. Muchos se acercaban a sus shows atraídos por esa combinación de detalles bizarros, a veces aguantando la risa, y terminaban hechizados por su carisma.

      El video en el que él, su amigo Pichirica y la bailarina de ocasión, Rosalía López, hacen Todos bailan conga, de Sebastián, en la escenografía austera del programa Rincón de amigos del canal local, suma 7 millones de vistas solo en Youtube. De ahí salta a “Peligro, sin Codificar”, de América TV. Tiene cada vez más contrataciones para actuar en fiestas privadas, boliches y salones de la zona. Es, lo que se dice, un showman.

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      Esta, la última noche, viene de cantar para un grupo de abogados en Ucacha, a 130 kilómetros.

      Gudiño se asoma a la ventanilla y lo ve sentado al volante. Tiene un pantalón verde, camisa a cuadros y la campera roja con flecos que usó en la última fiesta.

      —Estaba a las balbuceadas. Suspiraba hondo. Fabián, Fabián, le decía yo, le tocaba la cara, le tocaba la aorta. Seguía respirando hondo… hondo… hondo… No te duermas, le decía, no te duermas que este es tu sueño.

      Un rato después, Fabián se durmió.

      —Se cortó, se fue —dice Gudiño, desde Bell Ville. —Me tocó verlo nacer y también me tocó verlo morir.

      Para despedirse de su vecino, Gudiño le escribió una carta: “Un día te asomaste a mi ventana y me dijiste: ‘Voy a empezar a cantar, ¿qué te parece?’”. En tinta negra y letra de imprenta confiesa lo que le pasa a muchos cuando lo escuchan: “A veces me rompías los oídos con tus ensayos, pero tu optimismo y tus ganas iban más lejos”. Y unas líneas más abajo, escribe: “Ya no eras solo el loquito que soñaba, ya eras y serás por siempre el Fabián Show, un símbolo, un ídolo que nos enseñó a soñar”.

      Hasta ahí, la de Fabián Show parecía una tragedia típicamente argentina. Un tipo común y silvestre que fue picado por el bicho del deseo, que persiguió un sueño con escasos recursos artísticos, alcanzó cierta fama local y murió cuando estaba en plena subida. Pero su muerte no hizo más que expandir el virus que ya había sembrado.

      Sus videos llegaron a una de las páginas de memes más visitadas de los Estados Unidos, surgieron clubes de fans, grupos de culto en redes sociales, imitadores en provincias y países lejanos. Su figura fue inmortalizada en memes, stickers, latas de cerveza, remeras, murales y tatuajes. Hay quienes en redes sociales reproducen sus videos y creen que sigue vivo.

      Tazas, muñecos, tatuajes y memes en honor a Fabián ShowTazas, muñecos, tatuajes y memes en honor a Fabián Show

      En 2022, la productora Otro Plan films estrenó el documental “Que no se acabe el show, crónica de un hombre que alcanzó su sueño”, del director Daro Ceballos. Desde enero, la película está disponible en Youtube. En pocas semanas alcanzó miles de reproducciones. Al pie, los comentarios de sus seguidores se acumulan como plegarias a un santo:

      “Cada vez que me siento mal, veo algún vídeo de Fabián y me doy cuenta que nada es tan importante, ni tan grave. Un abrazo desde Chile”.

      “Fabián me sacó de una depresión hace un tiempo con sus videos, y hoy que estoy mucho mejor, puedo ver esto para recordarme de que siempre hay un motivo para salir adelante. Un beso al cielo, desde Montevideo”.

      “Fabián, creo que la mayoría te conoció en plena pandemia y nos alegraste el corazón a muchos que nos da vergüenza hacer lo que nos hace feliz y verte es el claro ejemplo de que no importa que tan mal bailemos, cantemos sino que uno tiene que ser uno mismo”.

      Que comience el show

      —Me gustaría que mi mamá sea reconocida, que se haga justicia con ella, estuvo desde el primer momento, en las buenas y en las malas, y ahora que Fabián no está, todos dicen: ‘yo lo descubrí, yo lo impulsé’.

      Vanesa es hija de Julia Bustamante, la pareja de Fabián Show. Dice que, últimamente, no puede evitar escuchar un coro de parientes, vecinos y amigos queriendo ser los padres de la criatura. Sobre todo, desde que el cuartetero comenzó a crecer en popularidad.

      La historia, si se la mira desde su perspectiva, podría comenzar por la noche de 1998 en que Julia y Fabián se conocieron.

      —Fue en una confitería de Villa María. Yo había salido con amigas a bailar y él estaba ahí. Él estaba espectacular, nos hizo reír a todas. A partir de entonces estuvimos dos años de novios hasta que le dije que viniera a mi casa.

      Fabián y Julia, junto a la camioneta en la que él murióFabián y Julia, junto a la camioneta en la que él murió

      La tonada misionera de Julia llega desde el otro lado del teléfono. Son casi las nueve de la noche y en un rato comenzará a prepararse para su guardia en la residencia para adultos mayores en la que trabaja.

      Fabián tenía 32 años cuando se conocieron. Vivía en Pozo del Molle, un pueblo de cuatro mil habitantes por entonces, situado en la cuenca lechera cercana a Villa María. Era el noveno de trece hermanos, hacía trabajos rurales, se internaba en las cosechas, una máquina sembradora le quebró la mandíbula cuando tenía 18 años.

      Soledad, una de sus hermanas, lo recuerda alegre e introvertido. "Era fanático de Sebastián, pero no era de hacerse el loco, así como se lo conoció", aclara.

      El contraste con Bell Ville, una ciudad de más de 30 mil habitantes, fue importante para él, dice Julia. Se compró un Renault 12 bordó, comenzó a trabajar cortando pasto y montó un taller de bicicletas. Para su hija Vanesa, que tenía 16, la llegada de Fabián fue una inyección de alegría.

      —Se sentaba en la punta de la mesa y me hacía morisquetas. De lo más bien que estaba se ponía una pollera e imitaba a la Bomba Tucumana.

      Los únicos malos momentos, dice Julia, eran económicos. Solo dos veces estuvieron separados: en los accidentes. El primero fue una noche de verano de 2008. Volvía del cumpleaños de 15 de una sobrina en Pozo del Molle y se quedó dormido al volante.

      —Yo estaba en Misiones, en la casa de mi madre —se lamenta Julia. —Me llamaron enseguida. No se había hecho ni un rasguño, pero estaba muy nervioso. Quedó internado y estuvo deprimido un tiempo.

      Los que conocían a Marcelo Fabián Pereyra dicen que era una pena verlo andar por entonces. Asustado, vulnerable, con problemas económicos. La música, en especial las canciones de Sebastián, a veces, le devolvían el brillo.

      —Un día vino y me dijo que quería cantar.

      —¿Y qué te pareció a vos?

      —Yo le di permiso. Le dije: ‘Si a vos te gusta, yo estoy conforme’. Hizo amigos, conoció artistas, y al tiempo lo empezaron a llamar. Hacía sus trabajos de día y a la noche se iba.

      Eduardo Cámara lo conoció por esos años. Era el mecánico del Renault 12 en el que Fabián había pasado de largo en una curva. Cada tanto, pasaba a ver cómo iban los arreglos y se quedaban a conversar. Cámara había comenzado a cantar a los 41 años. Se hacía llamar Pichirica, por un personaje de una radionovela de Jaime Kloner. “Ahí viene Pichirica, el que ni a la muerte se le achica”, decía la voz. Su canción emblema era La Gaita del Lobizón, de La Mona Jiménez. Pichirica aparecía enfundado en un traje de peluche oscuro, aullaba y perseguía a Rosalía, la bailarina que ocasionalmente lo acompañaba: “Que te come, que te come, el lobizón”.

      —Los chicos disparaban y lloraban —dice.

      Uno de esos días en el taller, Cámara invitó a Fabián a una fiesta en el Club River.

      —Tocaban Fernando Bladis y el Toro Quevedo. Supuestamente, iba a estar Pelusa, pero como no vino me metieron a mí. Cuando estaba cantando Ramito de violetas le alcancé el micrófono a Fabián y empezó a hacer de las suyas. Después vino a los ensayos, se compró un sonido y se largó solo. Él tenía un conocido carnicero que lo invitó a Canal 2, al programa Rincón de amigos. No era un vago que cantaba bien, pero se tiraba al piso, hacía esas cosas de rockero y la gente se enfiestaba. Tenía un ego de artista, era único.

      Fabián en uno de sus showsFabián en uno de sus shows

      En Rincón de amigos quedaron registrados los 15 segundos de fama suprema de Fabián. Una auténtica experiencia performática que está en la biblia de los memes y virales. Sucede así: es el interludio de Todos bailan conga. La percusión marca el pulso. Pichirica y Fabián Show -alto, corpulento, chaleco gris, camisa blanca y corbata roja-, cantan “conga, conga, conga, las chicas bailan conga”. Nuestro ídolo sacude la cubana escasa de un lado para otro y cuando arrancan las trompetas, en un síncope ensayado, los dos hombres, como dos ventiladores perfectamente sincronizados, bailan como esquiando, un paso largo hacia la izquierda, otro a la derecha. El cuadro se abre y, a un costado, Rosalía, la bailarina, intenta seguirlos, pero no hay caso. Entonces Pichirica suelta esa frase que es una marca: “Va en contramano, Rosalía”.

      Puta madre, mirá lo que hace una frase, ¿no? —se sorprende todavía Eduardo Cámara.

      Eduardo viene de correr 42 kilómetros desde Ascochinga a la Cumbre, pura montaña. Él es un referente del Rural Bike, ha ganado medallas en diversas provincias, pero cuando lo ven pasar en la bici, le gritan: “Eh, Pichirica, va en contramano”.

      Lo que hace una frase

      El 5 de agosto de 2023, la cuenta de X Wall Street Memes, la segunda más visitada de los Estados Unidos, compartió el video. “Como lo hacen”, dice al pie. Wall Street Memes “simboliza el desafío de los pequeños inversores frente a los gigantes del mercado financiero tradicional”. En el lenguaje universal de los cuerpos, Fabián representa a “los grandes inversores”, Pichirica a los congresistas, que tiene información privilegiada, y Rosalía a la persona que no comprende los movimientos y acuerdos entre los accionistas y el Estado.

      El 2022, durante un show en el Movistar Arena, la cantante española Rosalía leyó un cartel de una fanática jujeña que decía: “Va en contramano, Rosalía”. Desde el escenario, Rosalía preguntó “¿Qué quiere decir?”. El público comenzó a cantar: “Conga, conga, conga”. La española improvisó un paso parecido al del cuarteto. Un año después, se presentó en el festival Lollapalooza y el cartel, otra vez, apareció: “Va en contramano, Rosalía”. Pero la española sorprendió a todos: “Ya no”, dijo y comenzó a bailar el paso de Fabián Show.

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      La cantante española leyó un cartel entre el publico argentino que decía "Vas en contramano Rosalía" haciendo alusión al famoso video de Fabián Show cantando "Conga".

      —Eso de que voy en contramano no sé quién lo inventó. Ellos van en contramano, yo soy mejor que ellos —dice Rosalía, la de Bell Ville, ante el micrófono de un noticiero de Córdoba.

      En el documental Que no se acabe el Show, rodado luego de la muerte de Fabián, Rosalía cuenta algunas miserias del ídolo. Dice que la saludaba “secote” en la calle, que era un “loco”, que una vez se quedó con la plata de un pasaje que era parte de pago del programa Peligro, sin Codificar y que no era agradecido con la gente de Bell Ville.

      El hombre detrás del personaje

      Muy lindo el documental pero por qué Rosalía habló tan mal de nuestro querido artista”.

      La piedra la tiró un integrante del grupo de Facebook, Esto es Fabián Show! y cayó entre los 50 mil miembros del grupo, entre ellos, familiares de Fabián. “Porque Rosalía va en contramano”, responde uno. La indignación escala en los comentarios que buscan defender la memoria del artista Bellvillense.

      —La voz de Rosalía no busca hacer una polémica, es un matiz, te diría que es el único que encontré para mostrar que ese fenómeno no era tan perfecto. No tomaba, no era mujeriego como se dice que son los cuarteteros, era solidario—responde a las críticas, el director Daro Ceballos.

      La idea de rodar un documental comenzó cuando Fabián todavía estaba vivo. Ceballos quería acompañarlo en su trabajo, mostrar “el hombre detrás del personaje”, dice.

      El documental de Daro Ceballos puede verse en YoutubeEl documental de Daro Ceballos puede verse en Youtube

      —Muy pronto me di cuenta de que entre el hombre y el personaje no había mucha diferencia. Era así, entregado, hasta cuando cortaba el pasto. Por eso para muchos, solo le falta ser un santo.

      San Fabián Show

      —Pero, ¿qué hace que Fabián Show sea Fabián Show? ¿Qué tiene que tener un personaje para volverse viral?

      —Hay algo en la simpleza de ciertas imágenes o situaciones que al mismo tiempo son muy poderosas. Pasó con Ricardo Fort o con la pelea de Samid y Viale, situaciones que han sido demasiado simples pero impactantes en términos de lo emocional, que rozan lo humorístico o lo tragicómico. El meme se resuelve bien en esa continuidad entre lo simple y lo complejo emocionalmente, y esa simpleza es lo que lo hace circular ampliamente a través de la web.

      El que habla es Ariel Gómez Ponce, director del programa de investigación "Estudios Sobre Cultura Pop. Formas locales, diseños globales y semióticas de lo popular" de la Universidad Nacional de Córdoba.

      Como tantos otros, llegó a los videos de Fabián Show durante la pandemia del Covid 19. Fue en esos meses de encierro cuando los videos de sus presentaciones en Rincón de Amigos y Peligro, sin codificar, comenzaron a circular como recetas de pan de masa madre.

      Para los que buscaban sosiego en el humor, en Tiktok había un antídoto, una vacuna llamada Fabián Show. También fue el momento en el que muchos comenzaron a enterarse de que ese personaje extraño, muy poco ortodoxo, cruza de Sandro con Anthony Kiedis, había muerto hacía cuatro años. Y todavía hoy quedan algunos amanecidos que lo consideran vivo.

      “No puedo creer que este ser de luz no está más entre nosotros”, escribe alguien en el grupo Esto es Fabián Show!, y comparte un meme de Fabián.

      Gustavo Bravo es uno de los creadores de ese espacio de Facebook, surgido en 2010. Uno de los tantos que circulan en redes y que rinden culto al personaje.

      —Al principio pensé: “qué loco este tipo, parece que lo está haciendo en serio”, más allá de sus limitaciones, más allá de que cantaba como el culo. Nos daba risa, después nos enteramos de que era jardinero, bicicletero, y empezamos a entender que podía ser una historia inspiradora. Y a medida que crecía, vimos que había gente que pensaba como nosotros.

      El día que Fabián Show murió, el grupo pasó de 10 a 30 mil integrantes. Y durante la pandemia ya eran 50 mil “fabianeros”, como se hacen llamar.

      Un mural en la ruta de Miramar: uno de los tantos homenajes al cantanteUn mural en la ruta de Miramar: uno de los tantos homenajes al cantante

      Una explicación, para Ariel Gómez Ponce, se puede encontrar en el concepto de consumo irónico, surgido en la década del 80 cuando Ien Ang analizó cómo algunos espectadores de la serie dramática Dallas la seguían como si fuera una comedia, para reírse de los argumentos inverosímiles y la mala actuación de los protagonistas.

      —La cultura argentina es muy propensa al consumo irónico. No en vano una de las películas que más nos caracteriza es Esperando la carroza. Nos ha pasado con un montón de figuras que las hemos consumido irónicamente, pero no por eso han perdido el lugar de respeto. El consumo irónico tiene ese doble filo, por un lado, puede transformar las cosas en objeto de burla, pero por otro las puede reivindicar. Son figuras que se han esmerado sanamente y con mucha dedicación para alcanzar la fama: Fort, Guido y Silvia Süller, Federico Klem. Hacen un gran esfuerzo por congraciarse y entretener al público con algo que puede ser malo en cuanto a lo estético pero muy bueno en las intenciones y los efectos que produce. Eso pasa con los videos de Fabián Show y queda grabado en la memoria. Se hace atemporal, vuelve a emerger cada tanto, como si siguiera vivo.

      Que no acabe el show

      En la curva de La Sultana, hay una gruta con la foto de Fabián Show, una casita gris con estrellas refractarias rojas, amarillas y blancas. Arriba tiene una cruz, de la que cuelga una corbata roja. El que pasa, le deja una vela.

      —Es una luz en el camino —dice Raúl Stocco, más conocido como Rauly en su Mendoza natal.

      En julio de 2023, para cumplir una promesa, Rauly y su familia viajaron hasta Bell Ville con la gruta que él mismo fabricó en homenaje a Fabián Show. Rauly comenzó a cantar lírico hace diez años, pero durante la pandemia, “porque la gente necesitaba alegría”, se cambió al cuarteto. Entonces creó el proyecto que llama Homenaje a Fabián Show, del que participa su pareja como locutora, uno de sus hijos, como bailarín, y él, en la ropa de Fabián Show, imitando cada gesto y movimiento.

      —No soy un imitador, porque para imitarlo debería cantar mal y yo canto bien —dice y se ríe. —De Fabián me atrajo su energía y la alegría que transmitía a la gente para que fuera feliz por un rato. Después, conociéndolo profundamente, entendí que me había enseñado a perseguir un sueño. Yo había prometido que si él me iluminaba y me ayudaba a seguir con lo que me gusta, le iba a hacer una grutita. Y eso hice.

      De paso por Bell Ville, Rauly conoció a la madre y a cinco hermanos de Fabián, fue al programa Rincón de amigos y visitó a Julia. Del ropero, la mujer sacó un sombrero blanco, el chaleco rojo con el que hizo algunas de las presentaciones más conocidas y un par de zapatos.

      —Me los puse un par de veces —dice Rauly. —Parece que bailan solos.

      Es viernes 9 de febrero, primer día del fin de semana de Carnaval. En su casa de Bell Ville, Julia revuelve cosas de Fabián, busca una caja con letras de canciones y algunos cuadernos, la agenda de Fabián. Manda fotos y dice:

      —Mirá, él era así, pura sinceridad, puro amor. Y se murió a agenda llena.

      Las páginas finales del último cuaderno de Fabián están llenos de garabatos, rayas, nombres, teléfonos. En la misma hoja, anotó: “Clínica Regional. Corte de pasto. $500”. Hay rayas, tachones y otra nota: “27 de diciembre. Casamiento en la escuela $2000. VER SONIDO”.

      —Nuestra vida ha sido tan bonita. Él siempre estuvo para mí, siempre me cuidó, estuvimos el uno para el otro. Él se fue en su mejor momento. Tengo guardado toda su ropa. Doy gracias a ese señor que se llama Rauly que está haciendo el mismo trabajo, me puso muy contenta cuando vino a conocerme. Reviví a Fabián.

      Julia guarda el micrófono y el primer parlante que se compró. Dice que cada tanto lo saca, cuando vienen sus amigas.

      —Mañana van a venir las chicas, vamos a poner música, vamos a bailar y vamos a cantar karaoke. Para que no se acabe el show.


      Sobre la firma

      Waldo Cebrero

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