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      La guerra con Rusia: Lviv, más que el umbral hacia la pesadilla de Ucrania

      • En esta ciudad fronteriza la guerra no parece estar en la gente que vive normalmente, una conmovedor respuesta a la agresión rusa..
      • Lo hacen pese al peligro que se extiende desde hace poco más de dos años cuando Rusia invadió el país al que niega el derecho a existir.

      La guerra con Rusia: Lviv, más que el umbral hacia la pesadilla de UcraniaUna calle casi vacía donde las tiendas están cerradas en Lviv, Ucrania, en marzo de 2022, pocas días después de la invasión rusa. Foto Bloomberg

      Ucrania está en guerra, pero la guerra no parece estar en la gente. Al menos no en una gran porción de su población que arma su vida con la mayor normalidad pese al peligro que se extiende desde hace poco más de dos años cuando Rusia invadió el país al que niega el derecho a existir. Lviv es la primera escala del viaje de este enviado junto a un pequeño grupo de periodistas latinoamericanos que cruzó desde Polonia para observar en el terreno, en una recorrida por distintas ciudades incluida la capital Kiev, qué es lo que sucede en el peor momento para Ucrania de este conflicto.

      Lviv es enorme, con rasgos tradicionales y tonos que la asemejan al centro antiguo de Roma, ayudada además por un clima de primavera que llena las calles de jóvenes dispuestos a divertirse un domingo por la tarde, padres con sus hijos, abuelos, nietos y familias que pasean los perros. Todos los comercios están abiertos captando esa multitud. No se ven soldados, ni retenes militares. No hay pánico, por el contrario, una intensa apuesta a la vida con restaurantes completos, mesas en las calles y bares con un gentío.

      ¿Dónde está la guerra? Este movimiento de pura normalidad posiblemente constituya la respuesta más desafiante y conmovedora de los ucranianos al invasor. Lviv, es mucho más que el umbral a la pesadilla que retuerce al país. Ha sido también atacada y más de una vez debido a que constituye un blanco estratégico para el Kremlin. Además, la población se duplicó en un lapso muy breve a dos millones de personas por el exilio interno de la gente que huyó de las cercanías del frente. Ese fenómeno impulsó a la baja los salarios por la multiplicada oferta laboral y aumentó todos los precios, incluido los alquileres.

      Lviv es hoy más cara que la capital, incluso. Pero lo que un observador atestigua es una resiliencia muy activa frente a lo que sucede, un componente aún más relevante en estas horas de noticias graves sobre la avanzada sin precedentes de las tropas rusas sobre el entorno de Kharkov, en el norte, la segunda ciudad en tamaño del país. Machacan allí a un ejército ucraniano exhausto y sin suficientes armas tras seis meses de bloqueo de ayuda por la presión de los republicanos de Donald Trump en el Congreso.

      Con quien se hable en Lviv, la gente está atenta a lo que sucede, aunque sin dramatismos. Kharkov no caerá, dicen, demasiado grande y compleja incluso para los rusos. Muestran una aplicación en sus celulares, “Air Alert”, que avisa si hay un ataque, de dónde viene e incluso suena la sirena de bombardeo en los aparatos para que se pongan a cubierto. “No lo hacen con miedo, se han habituado, es un sistema de control, lo mismo es en Kiev”, explica Miroslava, la guía del grupo, una ucraniana que abandonó diez años de radicación en Canadá para regresar a Ucrania cuando comenzó la guerra y vive ahora en Kiev.

      Los agentes de policía inspeccionan el cuerpo de un hombre muerto por un ataque con misiles rusos en la orilla de un lago, en medio del ataque de Rusia contra Ucrania, en Kharkiv. Foto ReutersLos agentes de policía inspeccionan el cuerpo de un hombre muerto por un ataque con misiles rusos en la orilla de un lago, en medio del ataque de Rusia contra Ucrania, en Kharkiv. Foto Reuters

      En el país hay toque de queda estricto. A las doce de la noche las calles tienen que estar vacías. Hay castigo por violar esa regla de ley marcial que rige debido a la guerra. Desde bastante antes de esa hora, comienzan a desarmarse las mesas de los bares en las veredas, los parroquianos que quedan se instalan en el interior de los locales y luego más allá de las once todo el mundo se marcha a sus casas.

      Miroslava, cuyo nombre eslavo significa “paz y gloria”, es quien coordinará y traducirá para los periodistas durante la recorrida. Con frecuencia va y viene desde Polonia llevando delegaciones.

      A Lviv se llega por tierra, en automóvil o en tren. No hay vuelos debido a los bombardeos. Es el camino que acaba de hacer desde Varsovia el canciller norteamericano, Antony Blinken, para avisarle en persona al presidente Volodimir Zelenski que la ayuda finalmente está por llegar después de que se aprobó un paquete de 61 mil millones de dólares. Una buena noticia, quizá tardía. Kiev cuenta con un tercio de las antiaéreas que necesita y requiere de una flota completa de aviones modernos para romper la ofensiva rusa y dar vuelta la guerra. Falta todo eso.

      Miembros militares ucranianos del Batallón Aquiles de la 92.a Brigada de Asalto operan un dron suicida FPV que vuela hacia posiciones rusas, en la región de Kharkiv. Foto AFPMiembros militares ucranianos del Batallón Aquiles de la 92.a Brigada de Asalto operan un dron suicida FPV que vuela hacia posiciones rusas, en la región de Kharkiv. Foto AFP

      El viaje desde Varsovia hasta la frontera insume alrededor de seis horas y luego otra hora y media para alcanzar la ciudad. La ruta en la parte polaca es perfecta, cuidada y arbolada, del otro lado esta bacheada. Se cruzan pueblos cada vez más pequeños hasta que se alcanza un amplio callejón que culmina en un inmenso tinglado con casetas de guardia distinguidas por números. Es la parte polaca de la frontera y de inmigración. El trámite ahí se demorará. Una mujer con uniforme pide los pasaportes, los lleva a una oficina, luego revisa si las fotos coinciden con los periodistas, hace preguntas, es una rutina.

      No se ven autos que se haya impedido cruzar. Finalmente, después de media hora, se libera el camino al minibús. Unos 200 metros más adelante aparece la parte ucraniana de ese límite binacional. Allí nuevamente, pasaporte, semblanteo y una revisión más exhaustiva del vehículo. “Miran si no se está llevando contrabando”, aclara la guía.

      Un dato interesante y que marca otro impacto de la guerra: nos avisan que en nuestro retorno esos guardias harán una mirada más cuidadosa de la camioneta para descartar que se esté llevando ocultos ucranianos a Polonia. Hay jóvenes que no quieren ser enlistados y acabar en el frente.

      Está prohibido que un ucraniano mayor de 18 años abandone el país. Pero existe un negocio de tráfico de personas de diez mil dólares por cabeza que el gobierno y las autoridades locales intentan exterminar, especialmente ahora que la falta de soldados es acuciante.

      PB


      Sobre la firma

      Marcelo Cantelmi
      Marcelo Cantelmi

      Editor Jefe de la sección Mundo mcantelmi@clarin.com

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